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    PREMIOS HONORÍFICOS · MIKELDI DE HONOR

    BAHMAN GHOBADI

    ESPERANDO LA LUZ

    Esperando la luz. No me impongas el silencio. Tengo una historia que contar.
    La rebelión (Forough Farrokhzad, 1959)

    Bahman Ghobadi pertenece a la generación heredera de los grandes realizadores iraníes de aquella Segunda Ola cuya enseña enarboló Abbas Kiarostami, y tras él Mohsen Makhmalbaf, Majid Majidi o Jafar Panahi, entre muchos otros. Sus obras desembarcaron en Europa y fascinaron al público y la crítica en los últimos años 90. En ese tiempo, tras estudiar fotografía y cine en Teherán, Ghobadi rueda una veintena de cortos y mediometrajes en vídeo, 8mm y 16mm, y vive dos momentos fundamentales a finales del siglo pasado: en 1998 consigue ser ayudante de dirección de Kiarostami en El viento nos llevará (Bad ma ra khahad bord, 1999), que se rodaba en el Kurdistán iraní; y en 2000 presenta en Cannes el primer largometraje kurdo del cine iraní, Un tiempo para los caballos borrachos (Zamani barayé masti asbha, 2000), que consigue además la Cámara de Oro y el Premio FIPRESCI. Afianza entonces su idea de servirse del cine para reflejar la cultura y la sociedad kurda y comienza una carrera en la que se combinan mensajes de validez universal -la denuncia de la guerra, los efectos de los conflictos en la infancia, el desarraigo o la sustitución de valores tradicionales por los de la sociedad de consumo- e historias de su pueblo. Entre ellas, el cortometraje El pandero (Daf, 2003), uno de los más claros ejemplos de que Ghobadi siempre trabaja con material de ficción sobre bases documentales. Muchas veces –aquí, por ejemplo- no con actores sino con personas interpretando sus propias vidas: ocurre también en Nadie sabe nada de gatos persas (Kasi az gorbehaye irani khabar nadareh, 2009) o en A Flag Without a Country (2015). Sin embargo, la coyuntura política iraní termina perjudicando notablemente al desarrollo de Ghobadi como cineasta. Corre el año 2009 cuando rueda -en apenas unos días y sin las cámaras de cine que son propiedad del Estado- Nadie sabe nada de gatos persas, culminación de algunas de las constantes de su obra: la música popular, la docu-ficción y la defensa de libertades individuales. Estamos en el convulso 2009, cuando tuvo lugar la reelección de Mahmud Ahmadineyad. Bahman Ghobadi es arrestado por la policía a su regreso del Festival de Cannes. Allí había logrado el Premio Especial del Jurado de la sección Un Certain Regard y aprovechó su estancia en Francia para criticar duramente al Gobierno de su país por la ola de represión contra los movimientos opositores, particularmente por la condena de ocho años de prisión impuesta a la periodista norteamericana Roxana Saberi, coguionista de la película que presentaba, a la que Irán acusó de espiar para los Estados Unidos. Finalmente, Saberi pasó en prisión unos seis meses y Ghobadi permaneció algunos días en los calabozos. Así es como el director de la conmovedora tragedia sobre la guerra y la infancia Las tortugas también vuelan (Lakposhtha ham parvaz mikonand, 2004) y de la indómita comedia en forma de road-movie, Media Luna (Niwemang, 2006) -ambas ganadoras de la Concha de Oro en San Sebastián- decidió no regresar a Irán: “soy una persona amargada por 30 años del Régimen”, sostenía en 2009, después de unirse al tristemente nutrido grupo de cineastas nacidos en Irán que no han tenido más opción que el exilio. Entre ellos, Mohsen Makhmalbaf -el director de Gabbeh (1996) o ‘Kandahar’ (2001)-, Babak Payami -director de El voto es secreto (Raye makhfi, 2001), premiada en Venecia- o Jafar Panahi, en arresto domiciliario en Teherán por “actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el Estado”. Mientras Ghobadi se traslada a América, luego a Alemania y finalmente a Turquía, prepara varias películas alumbradas por la necesidad de denunciar distintas situaciones de represión sufridas por los kurdos que viven en el territorio que se sitúa en los Estados turco, sirio, iraquí e iraní. Desde una posición de mayor libertad, y sin tener que preocuparse por la censura, presenta Rhino Season (Fasle kargadan, 2012). En sus últimos trabajos retoma con convicción su fusión de ficción y documental en A Flag Without a Country (2015), que presentó en los festivales de Busan y Sundance. A la vez, produce Life on the Border (2015), rodada en la frontera turco-siria con ocho niños que viven en uno de los puntos de partida de los refugiados que quieren alcanzar Europa: los campamentos del Kurdistán sirio. El viento nos llevará, el clásico de Kiarostami en el que Ghobadi fue ayudante de dirección, toma su nombre de un poema de la malograda poeta y cineasta iraní Forough Farrokhzad. Su poesía también fue prohibida y censurada durante más de una década tras la revolución islámica. Uno de los versos recitados en su inolvidable cortometraje documental La casa es negra (Khaneh siah ast, 1963) -rodado en una leprosería en la ciudad de Tabriz- serviría hoy para describir la situación de los creadores en Irán: “Como las tórtolas imploramos justicia, pero no la hay. Esperamos la luz y reina la oscuridad”.

    Rubén Corral & Ramón Ganuza
    Comisarios

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