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    PREMIOS HONORÍFICOS · MIKELDI DE HONOR

    ALBERT SERRA

    EL CANTO DE LOS PÁJAROS EN EL JARDÍN DE ALBERT SERRA

    Los pájaros que cantan en el jardín cinematográfico de Albert Serra (Bañolas, Gerona, 1975) son aves muy delicadas de plumajes decididamente raros, capaces de componer llamativas policromías y polifonías en cada una de sus películas. Realizador desasosegante para muchos críticos y cinéfilos de todo el mundo, paradójicamente muy querido en los festivales internacionales más prestigiosos, ha sabido encarnar en su propia figura —una mezcla de su festivo remedo de la gestualidad de su paisano Salvador Dalí y su torrencial talento verbal, cargado de un genuino humorismo y de todo tipo de referencias cultas— algunos de los rasgos personales y artísticos más radicales del autor en el cine contemporáneo.

    Por todo ello, las obras que componen la filmografía de este cineasta sin parangón expresan su voluntad de llevar a término una desacomplejada impugnación de los modos de representación del cine convencional, con el propósito último, tantas veces declarado, de elevar así la importancia ética y estética del arte del cinematógrafo en el conjunto de las Bellas Artes de todos los tiempos.

    Viene utilizando distintas estrategias para conseguirlo. En primer lugar, un acercamiento a la Historia y a algunos de los personajes y los relatos que forman parte de la cultura occidental, dentro de la cual destaca algunas aportaciones de la cultura española. Sucede así con Don Quijote (Honor de cavalleria, 2006), los Reyes Magos en el Evangelio según San Mateo (El cant dels oçells, 2008), Fray Luis de León (Els noms de Crist, 2010), el encuentro en la ficción del libertino y escritor veneciano Giacomo Casanova y el Conde Drácula, la inmortal criatura del novelista irlandés Bram Stoker (Història de la meva mort, 2013) y Luis XIV (La mort de Louis XIV, 2016).

    Una segunda estrategia se basa en el procedimiento del que Albert Serra se sirve para construir la puesta en escena de sus películas: su inmersión en lo que tentativamente podríamos llamar el envés de la trama, es decir, los lugares y los momentos en los que no hay trama o ésta se desvanece hasta el punto de ser vagamente insinuada, una manera de crear imágenes en movimiento que se sitúa en los antípodas de la progresión dramática y el ritmo narrativo propios del cine tradicional. Dicho de otra manera, si en las películas de gran consumo para públicos mayoritarios han de pasar muchas cosas, un cúmulo de acciones que persigue aumentar a todo trance el interés del espectador, en las de Albert Serra no pasan cosas o pasan muy pocas. De esta manera se puede entender, por ejemplo, que en la citada Honor de cavalleria no asistamos a las hazañas que jalonan la celebérrima gesta quijotesca sino a su reverso, los momentos de descanso, recostados o tumbados en la bella campiña gerundense, en los que caballero y escudero se libran a diálogos triviales o especulaciones más o menos extemporáneas; se entiende también que en la igualmente citada La mort de Louis XIV la agonía del gran monarca absoluto nos sea mostrada casi exclusivamente a través de un hermosísimo primer plano de su rostro cansado y dolorido en la genial interpretación de Jean-Pierre Léaud, con las desvaídas idas y venidas de sus ministros y ayudas de cámara entrevistos o fuera de campo; se entiende, por último, que en Pacifiction (2022) lo que se sugiere al espectador como algo parecido a una película de espías, se resuelva en la pantalla sobre la base de las divagaciones nocturnas acerca de la condición humana y la naturaleza del poder político de su protagonista, un Alto Comisionado del Estado francés en las islas de Polinesia.

    Otro procedimiento que distingue a Albert Serra de cualquiera de sus colegas es la muy meticulosa creación de los planos de sus obras. Con una paciencia de miniaturista mozárabe, el realizador acomete este aspecto de su trabajo como si cada plano contuviese una pieza artística potencialmente autónoma de los demás e incluso de la propia película. Utiliza con este propósito diversos registros, desde la imagen despojada, lírica y sutilmente naif de Honor de cavalleria o El cant del oçells hasta las abigarradas y coreográficas composiciones nocturnas de los danzantes polinesios, representados con un sorprendente toque gay dentro del garito que regenta Sergi López en Pacifiction. Cabe añadir en este terreno, como dos rasgos de estilo más, una gestión del encuadre absolutamente férrea en su perfeccionismo formal y sobre todo su meditada idea de la duración de cada plano, en general extensa, lo que, por sí misma, excluye cualquier posibilidad de narración cinematográfica al uso.

    Me gustaría ahora referirme, para acercarme a la conclusión de estas líneas, a una última estrategia que me resulta particularmente interesante. Se trata de lo que podríamos formular como su visión adanista del paisaje, el asombro ante la belleza del mundo en la mirada del primer hombre sobre la tierra o de los primeros viajeros antiguos. Así nos lo muestra en su arrebatada contemplación de los paisajes de su Gerona natal, del viaje de los Reyes Magos por Islandia o de las puestas de sol y las noches de la Polinesia francesa.

    Albert Serra convoca con su cine —de arraigada vocación interdisciplinar en relación con el tiempo histórico y las demás prácticas artísticas— a un nuevo tipo espectador, hombres y mujeres libres y serenamente contemplativos, capaces de transitar por los caminos menos trillados del cine de nuestro tiempo.

    Enhorabuena a ZINEBI 64 por este maravilloso Mikeldi de Honor.


    Luis Eguiraun

    Guionista y programador de ZINEBI (2003-2019)




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