PETER GREENAWAY
El consenso asumido de forma general es que el largometraje – el cuento moral de 100 minutos basado en la narrativa sobre el mal o la insatisfacción o el desorden resuelto hasta el punto de un cierre redentor – es la consumación del cine. Qué lástima. En los últimos 105 años de la denominada historia del cine hemos visto en el largometraje una cansina y estreñida ilustración de la novela del siglo XIX. Hemos visto 105 años de texto ilustrado. Todavía no hemos visto nada de cine. Y ahora es demasiado tarde. Porque el cine – el llamado cine -, los 105 años de texto ilustrado – han terminado. No es preciso lamentarse. Lo que viene ahora va a satisfacer nuestras renovadas imaginaciones durante un tiempo considerable, y quizá podamos ahora con los visionarios correctos, empleando los lenguajes contemporáneos correctos, ver finalmente algo que podamos verdaderamente llamar cine autónomo.
Sin embargo, hasta ahora a menudo se ha sacado mejor el máximo partido de un trabajo imperfecto, la más alta expresión de la imagen en movimiento y su potencial, mediante presentaciones en forma distinta al largometraje – y eso también a menudo significa, consciente o inconscientemente o subconscientemente, mediante las producciones de proyectos de televisión – imágenes en movimiento con sonido, ciertamente, pero sin una ambición desesperada por ilustrar la novela del siglo XIX, o de hecho cualquier texto, ni de proporcionar a actores egotistas premios al virtuosismo o al mimetismo, ni de llenar 100 minutos de personajes motivados psicológicamente que se mueven a lo largo de raíles freudianos de corta distancia. Los formatos más cortos, la ambición no narrativa, el reconocimiento indirecto de los otros medios, la búsqueda deliberada del experimento, y todo cuanto se pretende con el nombre «multimedia», está legítimamente en este orden del día. He buscado tales alternativas durante toda mi carrera cinematográfica, y a menudo he tenido el privilegio de encontrarlas. Aquí están los resultados de cuatro de esas satisfacciones en hallar alternativas. Todos ellos son encargos. Pero cuando se hace un encargo a un artista, éste normalmente convierte el encargo en una excusa para hacer lo que él pretendía de todos modos.
ZINEBI