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    ZINEBI 65

    Frederick Wiseman

    Vida cotidiana de Frederick Wiseman

    Dentro de la historiografía, y en función del objeto sobre el que se aplique su amplio y fascinante instrumental, hallamos múltiples posibilidades para entender cómo y por qué se escribe nuestra Historia. Si vamos algo más allá de compartimentos tradicionales que se interrogan sobre ella desde una perspectiva política, económica o social, y profundizamos precisamente en esta última categoría, podemos encontrar una división que muy exitosamente podría servirse del séptimo arte como una de sus fuentes: la historia de la vida cotidiana, que ha hecho de aspectos fundamentales del modo de vida de las personas su campo de estudio. Del mismo modo, el incremento meteórico de la producción de documentales a partir del momento en que, para rodarlos, ya no era imprescindible la costosa infraestructura derivada del celuloide, permitió que la cantidad de registros audiovisuales de lo que podríamos entender como “vida cotidiana” se multiplicasen. Así, el reflejo de muchas realidades pertenecientes al ámbito privado de las personas se ha apoderado de un volumen todavía creciente de cine documental.

    En esta línea de trabajo encontramos muchísimos cineastas ―debutantes, asentados y veteranos―, y son particularmente exitosos casos como los de Wang Bing, Nicolas Philibert o Claire Simon, pero no creo que ninguno de ellos tuviera dudas a la hora de declarar la procedencia de una parte de la inspiración en su manera de acercarse a esa “vida cotidiana”, a los objetos y sujetos descritos en sus películas, en el cineasta que este año recibe el premio Mikeldi de Honor del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje, Frederick Wiseman (Boston, Massachusetts, EE. UU., 1930).

    Si se habla de documental observacional, el nombre de Wiseman no es un referente más, sino una destilación autoral de una manera de reconocer nuestra sociedad a través del cine que posiblemente hunda sus raíces en el denominado Direct Cinema surgido en los Estados Unidos de finales de los cincuenta del pasado siglo, pero que, desde una perspectiva alevosamente subjetiva (cuando no abiertamente política), entrega una filmografía desde la que entender esa “vida cotidiana” de la segunda mitad del siglo XX, los conflictos sociales, ritos, costumbres y aspectos hurtados por la corrección política a una realidad presuntamente menos atractiva para el cine de ficción o para el documental más “canónico”.

    A sus casi 94 años, su imponente filmografía (cerca de 50 largometrajes, cortometrajes y varios episodios para la prestigiosa serie de la PBS Independent Lens) le ha conferido con justicia el aura de un cineasta legendario, capaz de seguir exhibiendo en cada nueva película documental la misma intuición de la que ya dio prueba en la seminal Titicut Follies (1967), el impactante retrato de la vida de los reclusos de una prisión psiquiátrica de Massachussets que se desarrolla ante una audiencia que todavía hoy queda noqueada por la “realidad” que recoge la cámara invisible de Wiseman. Aquel primer largometraje –y tras él High School (1968), Law and Order (1969), Basic Training (1971), Juvenile Court (1973), Meat (1976), The Store (1983) o Near Death (1989), entre otros muchos- sirvió como pocos para extender el utópico objetivo del cine directo de convertir las imágenes y sonidos de las películas en aquello que un espectador de dichas películas podría ver y oír si estuviera en el lugar de la filmación en el mismo momento. Pero no de un modo aséptico, sino desde el punto de vista de un cineasta posicionado políticamente.

    Wiseman siempre ha defendido que todas sus películas están teñidas de la subjetividad que implica cualquier decisión cinematográfica. Y, en su caso, no solo para dar a conocer su punto de vista sobre el contenido que presenta a los espectadores (o la reacción del propio cineasta que “interviene” y modifica la realidad por su presencia) sino también porque desea reforzar la fuerza narrativa de sus películas, huyendo como de la peste del tópico de que los documentales han de ser didácticos y/o aburridos. Su versatilidad como cineasta –tantas veces probada en sus películas en celuloide en blanco y negro- quedó también a la vista, y desde una perspectiva novedosa, en muchas de sus películas del siglo XXI, a menudo aplicadas a la minuciosa descripción de procesos y mecanismos del entramado institucional de los Estados Unidos: ahí está State Legislature (2007) –sobre el funcionamiento del parlamento del Estado de Idaho-, At Berkeley (2013) –de la universidad pública más antigua de los Estados Unidos se llevó más de 250 horas de materiales para un film de cuatro horas de duración-, National Gallery (2014), Ex Libris (2017) o Monrovia, Indiana (2018).

    Frente a semejante trayectoria cinematográfica huelga decir que los premios recibidos por el cineasta han sido muy numerosos: recogió en 2016 un Oscar honorífico por toda su carrera, pero su trayectoria también ha sido reconocida en festivales como los de Cannes, Venecia, Turín o Jihlava, y recibió ya hace años premios honoríficos de la IDA (International Documentary Association), la Sociedad Americana de Directores de Fotografía (American Society of Cinematographers) y las asociaciones de críticos de cine de Los Ángeles y Nueva York.

    Las grabaciones audiovisuales nos ofrecen una oportunidad incomparable para capturar la realidad, para atraparla y convertirla en registro. El propio Wiseman ha asegurado en varias ocasiones que su objetivo como cineasta no iba más allá de presentar una impresión de la vida contemporánea en los Estados Unidos. Varias décadas después, y en un trance como en el que nos encontramos (honrando una carrera a todas luces apabullante), bien podríamos utilizar mejor el verbo “transmitir” en lugar de “presentar” para describir la oportunidad que, para espectadores y espectadoras del presente y el futuro, supone el conjunto de películas filmadas por Wiseman: una imponente serie de registros sobre los que edificar un interesante capítulo de la Historia de la vida cotidiana en Occidente desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad (todavía es muy reciente su City Hall (2020), estrenada en el Estado en ZINEBI 62, y elegida mejor película del año por la revista Cahiers du Cinéma). En una entrevista concedida al periodista Charlie Rose en la PBS (la televisión pública estadounidense, con la que Wiseman ha colaborado en decenas de ocasiones) hace treinta años, el cineasta describía de esta manera su carrera: “el tema es la vida normal, y las protagonistas, personas normales”.

    Por la magnitud de su legado artístico, el Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao salda una deuda pendiente con el documentalista vivo más importante concediéndole el Mikeldi de Honor 2023.


    Rubén Corral

    Programador de ZINEBI


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